18 ene 2010
Por Alejandro Contreras
El joven Ángel Santiago (Abel Ayala) sale a la calle tras pasar dos años en la cárcel. Beneficiado por la Amnistía que ha decretado el presidente de Chile gracias a la llegada de la democracia, Ángel quiere comenzar una nueva vida pero antes necesitará llevar a cabo un plan que lleva tiempo planeando. Para ello necesitará contar con Nicolás Vergara Grey (Ricardo Darín), otro beneficiado por la amnistía, que se ha convertido en todo un símbolo y una institución en el arte de robar bancos. Nicolás quiere dejar atrás su pasado delictivo y comenzar una vida normal junto a su mujer y su hijo, aunque antes necesitará cobrar un a vieja deuda. Esos dos mundos antagónicos se cruzarán gracias a Victoria (Miranda Bodenhofer), una misteriosa bailarina cuyos padres fueron asesinados durante la dictadora de Pinochet.
Antes de ver la película había leído críticas que mostraban lo decepcionante que le había parecido la película. Y tras verla, reconozco que no es lo mejor de Trueba, pero no me parece una mala película. La historia tiene muy buenas intenciones, algunos personajes interesantes y se mueve en un marco que no está tan agotado como la guerra civil española. Por otro lado, la mezcla de géneros no termina de cuajar bien, no logra traspasar la pantalla algunas tramas que se presuponen emotivas, y los últimos veinte minutos son demasiado predecibles. Pero claro, es que Trueba siempre ha sido predecible.
El personaje de Ángel Santiago es realmente lo más interesante de la película. Y Ábel Ayala logra conectar con el público más que el resto de los actores, con un personaje que podría perfectamente haber caido mal por lo charlatán que es. Consigue los mejores diálogos de la película. Ricardo Darín nunca falla, aunque esta vez su personaje no da mucho más de sí.
Dentro de esa mezcolanza de géneros, hay muchos momentos a resaltar. Escenas como la del secuestro del teatro nacional, cualquiera en la que el protagonista era capaz con su inteligencia emocional y verborrea inacabable cambiar "nos" por "sís", y lo onírico de ver al protagonista desplazándose a caballo por las calles de Chile. Una película interesante aunque si se hubiera pulido un poco más, tenía materia prima para dejar mejor impresión.
El joven Ángel Santiago (Abel Ayala) sale a la calle tras pasar dos años en la cárcel. Beneficiado por la Amnistía que ha decretado el presidente de Chile gracias a la llegada de la democracia, Ángel quiere comenzar una nueva vida pero antes necesitará llevar a cabo un plan que lleva tiempo planeando. Para ello necesitará contar con Nicolás Vergara Grey (Ricardo Darín), otro beneficiado por la amnistía, que se ha convertido en todo un símbolo y una institución en el arte de robar bancos. Nicolás quiere dejar atrás su pasado delictivo y comenzar una vida normal junto a su mujer y su hijo, aunque antes necesitará cobrar un a vieja deuda. Esos dos mundos antagónicos se cruzarán gracias a Victoria (Miranda Bodenhofer), una misteriosa bailarina cuyos padres fueron asesinados durante la dictadora de Pinochet.
Antes de ver la película había leído críticas que mostraban lo decepcionante que le había parecido la película. Y tras verla, reconozco que no es lo mejor de Trueba, pero no me parece una mala película. La historia tiene muy buenas intenciones, algunos personajes interesantes y se mueve en un marco que no está tan agotado como la guerra civil española. Por otro lado, la mezcla de géneros no termina de cuajar bien, no logra traspasar la pantalla algunas tramas que se presuponen emotivas, y los últimos veinte minutos son demasiado predecibles. Pero claro, es que Trueba siempre ha sido predecible.
El personaje de Ángel Santiago es realmente lo más interesante de la película. Y Ábel Ayala logra conectar con el público más que el resto de los actores, con un personaje que podría perfectamente haber caido mal por lo charlatán que es. Consigue los mejores diálogos de la película. Ricardo Darín nunca falla, aunque esta vez su personaje no da mucho más de sí.
Dentro de esa mezcolanza de géneros, hay muchos momentos a resaltar. Escenas como la del secuestro del teatro nacional, cualquiera en la que el protagonista era capaz con su inteligencia emocional y verborrea inacabable cambiar "nos" por "sís", y lo onírico de ver al protagonista desplazándose a caballo por las calles de Chile. Una película interesante aunque si se hubiera pulido un poco más, tenía materia prima para dejar mejor impresión.
Labels: EL BAILE DE LA VICTORIA (2009), Goya 2010
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