31 mar 2012



Por Alejandro Contreras

La historia que se cuenta en MONEYBALL (2011) ha tenido que recorrer un tortuoso camino hasta estrenarse en los cines. Lo ocurrido en la campaña 2002 del equipo de béisbol Oakland Athletics y sobre todo a su director deportivo Billy Beane, fue enseguida recogido en un libro por parte de Michael Lewis que se publicó en el 2003. No había pasado un año cuando Columbia Pictures ya había conseguido los derechos y maneja un primer borrador de guión por parte de Stan Chevin. En el 2007 se confirma la participación de Brad Pitt en el proyecto, David Frankel sería el director y se decidió cambiar de guionista a Steve Zaillian. No pasó mucho tiempo cuandoSteven Soderbergh entra como nuevo director. Sus  ideas de incluir testimonios reales y otras novedades en una cinta de deportes le costó el puesto y Sony se embarcó en el 2009 en el proyecto definitivo que dirigió Bennett Miller y con Aaron Sorkin reescribiendo por tercera vez la historia.



En principio es una historia muy golosa para cualquier productor de cine ya que tiene todos los ingredientes que tanto gustan de las grandes hazañas deportivas. Esa épica convive con el cómo se consiguió remontar una temporada tan nefasta con un equipo de bajo presupuesto, y ese cómo es de la mano de complejos cálculos que optimizaban el rendimiento de los jugadores según su valor en el mercado. Esta última parte es la más interesante de la historia, pero es cierto que es la más compleja de contar en una película sin aburrir al personal. Esto explica tanto cambio de guionista, de director y de enfoque de lo que debería ser la adaptación cinematográfica de la novela. 



Durante 133 minutos, que se dice pronto, conocemos a Billy Beane (Brad Pitt) y cómo gracias a su asistente, un recién graduado de Yale llamado Peter Brand (Jonah Hill) consigue imponer un método revolucionario que atenta con la manera de trabaja y mercadear con los jugadores en el mundo del béisbol. El verdadero interés está en el propio método, y en eso se centra el desarrollo de la historia que no profundiza mucho en los personajes secundarios ni trata de crear tramas secundarias sólidas. Quién espere una historia tan redonda como la de JERRY MAGUIRE (1996) y que les emocione y conmueva tanto como la que protagonizaba Tom Cruise y Cuba Gooding Jr., pues siento decirles que MONEYBALL (2011) no lo es. Aún así, han conseguido una película de más de dos horas que no se hace larga y que interesará incluso a aquellos que no sepan ni gusten del béisbol (aunque es cierto que a los fans de este deporte le gustará muchísimo más).



Tanto Brad Pitt como Jonah Hill han conseguido que sus interpretaciones sean destacadas en muchos de los premios más importantes del año. Aunque no sabe uno si es premiar al personaje que al actor, porque aunque ambos sean muy eficaces tampoco son interpretaciones memorables o que pongan los pelos de punta. Nada de eso. La película podría haber sido perfectamente un telefilm deportivo, y aunque se nota el alto presupuesto en su producción y en niveles técnicos, no es ni mucho menos de las mejores películas del 2011.



Cuesta entender más allá de las fronteras de Estados Unidos qué le han visto a esta película para destacar frente a otras propuestas más interesantes como DRIVE (2011)SHAME (2011) o J. EDGAR (2011). Parece que ha caído en gracia como en su día ocurrió con JUNO (2007) o con THE BLIND SIDE (2009) aunque no haya demasiadas razones para ello.


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