12 ene 2011

Por Alejandro Contreras

Uxball (Javier Bardem) posee un don por el cuál puede comunicar con los espíritus de las personas recién fallecidas y así ayudarles a avanzar en su tránsito al más allá. Él que tan acostumbrado estar a tratar con la muerte, no concibe la idea de que en muy poco tiempo el cáncer terminal de próstata que le han diagnosticado va a acabar con su vida.

De él depende sus dos hijos, Ana (Hanaa Bouchaib) y Mateo (Guillermo Estrella), a los que saca adelante con muchas dificultades gracias a sus chanchullos en distintas actividades ilegales en las que está metido. No puede contar ni su hermano Tito (Eduard Fernández) ni mucho menos la madre de los niños, Marambra (Maricel Alvarez), cuyo carácter inestable, autodestructivo y con signos de bipolaridad la convierte en una amenaza para los pequeños más que en una ayuda. Con ese panorama tan desolador y con el tiempo en su contra, Uxball tendrá que poner sus asuntos en orden y encontrar el modo de que cuiden de sus hijos cuando él les falte.

Dolor. Mucho dolor. Iñarritu sigue empeñado en seguir mostrando el dolor como leit-motiv de sus películas. Si algo puede salir mal, ocurre. Esta "pornografía del dolor" no encuentra en el camino ningún oasis donde el espectador puede reconfortarse y termina uno deseando que acabe ya como sea. Sólo en la última curva de la película, el guión deja de apretar y lo que podría haber sido una matanza y un final horrendo al estilo de A SERBIAN FILM (2010), no lo es.

Al menos hay que agradecerle que para ésta se haya alejado de la estructura de historias cruzadas de las anteriores, y se haya centrado en el personaje al que da vida Javier Bardem. Como también ocurría en BABEL (2006), plantea muchos temas sin imponer una moraleja o tésis de ellos, pero es que además hay algunas tramas como las del don del protagonista a la que le saca poco partido. La verdad es que no he conseguido adivinar qué quiere contarnos con esta película y mi sensación es que quería poner luz a una situación muy lamentable y ya. Con un enfoque totalmente opuesto de la Barcelona que reflejó Woody Allen en VICKY CRISTINA BARCELONA (2008).

A ese guión que no se sabe qué quiere contarnos hay que sumarle una música realmente horrenda aunque salga de la batuta de Gustavo Santaolalla (en otra película dificil de digerir como A SERBIAN FILM (2010) la música empastaba perfectamente con la historia).

Lo mejor de esta película son sin dudas las interpretaciones. Encabezada por un Javier Bardem que esta vez no basa su actuación en una compleja caracterización o unos tics marcados, al que le acompaña una Maricel Alvarez que me dejó con la boca abierta con el personaje más complicado de la historia. Ellos están arropados por un excelente plantel de secundarios, ya por los actores españoles como por aquellos que dan vida a los inmigrantes, del que destaco a Rubén Ochandiano, Eduard Fernández, Ana Wagener y a Karra Elejalde, y al pequeño Guillermo Estrella.

Es sin duda una de las grandes películas del cine español (y mexicano) del 2010, aunque creo que no cumple las altas expectativas que teníamos sobre ella. Con eso no digo que sea una mala película, sino que no es tan buena como parecía. Si os atrevéis a verla, prepararos para dos horas y media de dolor, mucho dolor, y para ver un puñado de buenas interpretaciones.

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