3 nov 2011
Por Alejandro Contreras.
Desde su paso por el Festival de Venecia 2011, donde consiguió ser la única película española en traerse algún premio a casa (y eso que se exhibía fuera de concurso), había mucho interés por conocer esta atrevida propuesta con la que Kike Maíllo se estrenaba en el mundo del largometraje. No es un recién llegado ni mucho menos. Se graduó en la prestigiosa escuela de cine catalana ESCAC con su primer cortometraje, Las cabras de Freud (1999) que protagonizaba el actorTristán Ulloa. Desde ese momento ha ido compaginando su trabajo como profesor en esa misma escuela, con trabajos como realizador en publicidad y videoclips. Filmó un segundo cortometraje,Los perros de Pavlov (2003), que recorrió más de 40 festivales consiguiendo galardones en el festival de Munich, Alcalá de Henares y Mecal, y durante los últimos tres años ha dirigido una serie de animación catalana, Arròs Covat (TV).
Para su ópera prima nos sorprende con una historia ambientada en el año 2041 que da vueltas a cómo / sobre como integrar las emociones en algo tan mecánico como un robot. Arropado por la calidad de unos efectos especiales inusuales en nuestro cine, un reparto de lujo y un guión firmado por Sergi Belbel (habitual del cine de Ventura Pons) Kike Maíllo ha conseguido dar el salto al largometraje con las espaldas bien cubiertas, a pesar de transitar un mundo poco frecuente tanto en su obra como en la producción nacional.
Junto con el personaje de Daniel Brühl llegamos a Santa Irene, un pueblo montañés en plena temporada de nevadas. Si no fuera por los avances en robótica que bañan el lugar, se podría pensar que estamos en tiempos pasados, tal y como atestiguan los modelos de coches y la permisividad del tabaco en el interior de espacios públicos. Sorprende que a la vez que disfrutan de robots secretarías y mayordomos, los coches sean así de antiguos. Es un futuro retro en él que sorprende la mezcla tan creíble de tecnología y elementos vintage. A la vez que nos maravillamos por un robótico gato con software libre, asumimos que Lluís Homar pertenece a una nueva generación de robots mayordomos con nivel de emotividad regulable a gusto del propietario.
Pero todo esto es un envoltorio para llevarnos a una historia mucho más emocional y simple. Álex (Daniel Brühl) es el ingeniero tímido que regresa a su hogar después de diez años. Lana (Marta Etura) es su antiguo amor que tuvo que superar su marcha y su doble abandono, no sólo como pareja sentimental sino también como compañero profesional. David (Alberto Ammann) su eterno rival y hermano. Y si entre ellos ya había lazos diez años antes, ahora además se suma la relación de todos ellos con la pequeña Eva (Clàudia Vega).
Kike Maíllo elige contar la historia sin prisa y con algo de pausa. Poco a poco nos vamos acostumbrando con la semántica propia de la película, con los efectos tan curiosos de esas figuras que sirve para configurar el procesador emocional de los robots… Y así se nos van los escasos 94 minutos de la película, donde el desarrollo de las tramas personales quedan reducidos y bastante simplificados. Justo al contrario de su trailer, donde rápidamente se nos plantea la historia, a la película le cuesta arrancar y ponerse en situación. En su trama final se intuye de manera bastante predecible que hay detrás de esta historia, pero los guionistas se guardan una sorpresa del calibre del famoso secreto de La piel que habito (2011). Aunque ya es tarde para levantar una historia que se fue diluyendo hasta dejar de resultar interesante.
Esto no quita para que de Eva (2011) haya un sinfín de escenas a recordar, de momentazos y de interpretaciones tan impresionantes como la de Lluís Homar o la de Clàudia Vega que es realmente la revelación de esta película. Injustamente no podrá ser premiada en la próxima edición de los Goya por tener 12 años, pero su interpretación es alucinante. Sin menospreciar a Daniel Brühl, que lleva eficazmente el peso de la película, el elenco femenino de la cinta brilla por encima del masculino. Sorprende más Clàudia Vega porque ni la conocíamos, pero esa Anne Canovas, con esa voz tan particular y Marta Etura, que nos tiene acostumbrados a trabajos de gran nivel, también hay que reconocerles su buen hacer. El más flojo de todos es Alberto Ammann, cuyo personaje bien podría haberlo interpretado su compañero en Celda 211 (2009), Luis Tosar.
A pesar de lo novedoso de Eva (2011), se puede reconocer elementos de otros trabajos de Kike Maíllo. Si en Las cabras de Freud (1999)conocíamos el tema “Cúidate” de Los Bichos (una parodia de The Beatles) y en Los perros de Pavlov (2003) los títulos de créditos finales se acompañan con el “Hablemos del amor” de Raphael, Maíllo aprovecha para incluir en esta el “Space Oddity” de David Bowie, insistiendo una vez más en el toque retro con el que toda la película está bañada. Ese toque ya lo había filmado en las escenas del pasado de Las cabras de Freud (1999). Como en Los perros de Pavlov (2003)ya ocurría, la banda sonora irrumpe en algunas ocasiones para acentuar la historia. Por suerte para el espectador, entre los elementos que ha repetido de sus trabajos anteriores, no ha recuperado a los protagonistas de sus protagonistas, Tristán Ulloa y Andrés Grertudix.
Realmente Eva (2011) es de lo mejorcito de esta temporada del cine español, de una temporada que está resultando muy decepcionante también sea dicho. Está muy por encima de otras propuestas que apuntaban alto, y no me sorprendería verla luchando en los grandes premios del cine. Pero el resultado tampoco es redondo del todo, y sales del cine pensando en que se podría haber hecho algo mejor. Lo bueno es que Kike Maíllo tan sólo tiene 36 años y toda una carrera muy prometedora para conseguir rodar una película mucho más memorable que ésta.
Labels: EVA (2011)
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