20 sept 2011


Por Alejandro Contreras.
  
Lo que iba a ser una aventura para la pareja termina siendo una pesadilla. Belén (Clara Lago) no tuvo ningún reparo en dejar su vida en España para irse a Colombia con su novio Adrián (Quim Gutiérrez) que había conseguido un contrato de un año para dirigir la orquesta Filarmónica de Bogotá.



Ella desaparece sin dejar rastro dejando a Adrián destrozado y a la policía totalmente desconcertada ya que no encuentran ningún rastro de la española. Adrián se vuelca en su trabajo y en una camarera, Fabiana (Martina García), que conoce una noche que ahogando sus penas en alcohol terminó emborrachándose en el bar donde ella trabaja.


Fabiana terminará mudándose a la gran casa que alquiló Adrián en el campo junto a Belén. Allí no sólo irá conociendo más sobre Adrián sino también comenzará a preguntarse qué ocurrió exactamente en la desaparición de Belén.



La tendencia de destripar todo el argumento de una película en su trailer termina quitándose toda la gracia a muchas comedias y en películas de misterio como ésta le quita mucha incertidumbre al espectador para que se pregunte qué está ocurriendo.  El colombiano Andrés Baiz además de dirigir la película es responsable de un guión que partía con buenos elementos de partida para haber formado un muy buen thriller. La manera de unir las piezas es tan burda que el resultado es un anti-thriller sin apenas tensión, y al final ni interés para el espectador.



Tras el éxito internacional de su debut en el largometraje, Satanás, perfil de un asesino (2007), Andrés pudo contar en su reparto con dos actores españoles que están despegando como Quim Gutiérrez y Clara Lago, además de la estrella colombiana Martina García que pasó de las telenovelas a participar en cintas con proyección internacional como Rabia (2009) y Biutiful (2010). Cuando cuentas con tres intérpretes con talento demostrado  y el resultado de los tres está muy por debajo de lo que otros directores han conseguido de ellos, parece que no sólo la culpa es de ellos sino del director.



Quizás se salve de la quema Clara Lago, más en su momentos más duros que en sus momentos más felices donde personalmente me cuesta aún verla como una mujer hecha y derecha (sigo viéndola como una niña que se disfraza de adulta), aunque su personaje podría haber dado muchísimo más. Los otros dos vértices del triángulo, Quim Gutiérrez y Martina García desaprovechan la ocasión para crear dos personajes de mayor ambigüedad moral y aunque no son malos actores, sus interpretaciones en La cara oculta (2011) es de lo más flojo de sus carreras en el cine.



Da la sensación de que Andrés Baiz ha tratado de emular, más que nada por las múltiples referencias que se encuentra en la película, al maestro Alfred Hitchcock. Tal vez debería tener menos aspiraciones y tratar de ver a otros cineastas como J. A. Bayona que con El Orfanato (2007) consiguió sacar mucho más partido de sus actores e ir suministrando mucho más sabiamente la información al espectador manteniendo el interés y la tensión hasta el último momento, o tal vez al ecuatorianoSebastián Cordero que consiguió con Rabia (2009) un trabajo mucho más redondo que el de La cara oculta (2011) y con muchísimas más sutilezas.  Con un final que parece que el director no tenía muy claro dónde cortar, termina una película de esas de cuando sales del cine piensas “que pena con lo bien que podría haber quedado”.


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